
En 1.977 se edita el quinto álbum de la banda británica CAMEL titulado RAIN DANCES. Grabado en los estudios Basing Street y producido por su habitual productor Rhett Davies. No hablaremos aquí de la excelencia de este álbum, con piezas como First light, Skylines, Tell me o Elke, obras maestras del género; ni de la inclusión de Richard Sinclair (Caravan) o Mel Collins (King crimson) en la banda, ni de la aportación de personajes como Brian Eno o Fiona Hibbert en la grabación. Hoy hablaremos de como una pieza extremadamente compleja, se convierte en una auténtica delicia para el oído gracias a la maestría y complicidad de compositores, músicos, productor y técnicos. Hablaremos de la canción que abre la segunda cara: UNEVENSONG.
El comienzo es frenético, con polirrítmias que van del 5/8 al 3/8 para desembocar en un 4/4 y dar paso a la primera de las partes cantadas, todo ello en tonalidad de Mi menor. Este esquema se repite, pero con una variación final que da paso a una parte instrumental con el primer cambio de tonalidad, abandonamos el Mi para abordar el Re. Ritmo muy marcado, recalcando la sincopa de la caja con la octava del bajo y doblando bajo, bombo y caja la tierra y la sincopa en la tercera y cuarta parte del compasillo. La melodía de Moog recorre dos octavas para llegar a otra melodía exquisitamente cromática; todo ello envuelto en un obstinado Re que cambia su modo en cada compás de mayor a lidio. Genial.
Y tras un esbozo de lo que nos aguarda al final de la pieza, vuelta al principio, pero con un nuevo cambio de tonalidad, esta vez a Fa sostenido menor. Sin embargo, inesperadamente, todo se detiene para dar paso a la segunda parte cantada. La voz de Sinclair, en una tesitura en extremo alta, nos hace pasear por paisajes oníricos, mientras Latimer la completa con suaves melodías de guitarra rociadas de flanger. El Mi, como antes el Re, se pasea entre los modos mayor y lidio, y todo queda envuelto en un suave chorus. Sigue un maravilloso puente en el que el Fa sostenido menor crece para convertirse en mayor con séptima, obligando a la voz a subir aún más, para entrar, tras un leve paso por Mi, Re y Do, a la excelencia absoluta de la última parte instrumental.
Son cuatro acordes que se repiten de forma cíclica. Bardens crea una atmósfera de cuerdas brillantes con su Roland RS 202 Strings, Sinclair dota a su bajo de un leve contratiempo, entrando en las tierras un poco adelantado, Ward acomete un intrincado hit-hat a semicorcheas llevando bombo y caja a tempo, mientras Latimer comienza a introducir melodías de guitarra. Hasta seis diferentes se pueden contar. Y ahí es donde interviene la tremenda maestría de los técnicos Rhett Davies y Dave Hutchins, consiguiendo en un fantástico juego del campo estéreo, que todas estas melodías interpretadas por el mismo instrumento, suenen por igual y se distingan a la perfección en el oído del oyente. No puedo imaginar el tremendo trabajo que esto supuso. Y más aún, cuando ya todo parece acabado, nos aguarda la última sorpresa. Al octavo ciclo, Ward abandona el hit.hat, para pasar su baqueta derecha al plato, y elevarnos al olimpo del gozo. Pero es que esto lo percibimos, no solo en el cambio de instrumento, también queda constatado físicamente en el sonido, pues si antes el hit-hat estaba parcialmente paneado a la derecha, ahora el plato pasa al centro, elevándose por encima de nuestras cabezas y fundiéndose con las cuerdas. Maravilloso. Todo acaba en un Fade out tras cinco minutos y medio de excelencia. Desde aquí, rindo toda la pleitesía y me descubro ante tamaño alarde de originalidad y profesionalidad de estos monstruos de la música y el sonido. Espero que disfrutéis de esta canción desigual tanto como yo.